Amor juvenil, amor adulto y amor maduro. Cómo vivimos el amor a lo largo de nuestra vida.

– Te voy a ser sincera, pero me ha dado bastante vergüenza venir. Es más, sólo se lo he contado a mis hijos. La gente…, te ven viuda y ya piensan que debes seguir sola.

Asun se sienta muy derecha tocándose un mechón de su cabello cano y mirando la tarjeta encima de la mesa dice:

– Pero confío en volver a enamorarme…, igual que con 18 años lo hice de Iñaki, a fin de cuentas soy la misma persona y tengo ilusión y ganas, ¿no crees?

(Historias en la agencia matrimonial Lazos)

Lo que piensa Asun es algo habitual entre nosotros. Hay personas que creen que enamorarse sólo es cosa de la juventud, otras piensan que sólo ocurre una vez. ¿Qué hay de verdad en esto? ¿Hay sólo un verdadero amor, o hay distintos amores?. Veamos cómo sentimos y vivimos  el amor a lo largo de nuestra vida.

El primer amor, el amor adolescente,

Si preguntamos a las personas cómo recuerdan su primer amor, adjetivos como “intenso”, “romántico”, “ideal”, “sincero”, seguro que estarían en sus contestaciones. Y ¿cómo en general podemos tener todos nosotros ese recuerdo?, hay varias claves en ello.

Primero, la primera experiencia. Cuando tenemos nuestra primera experiencia sentimental, la novedad de los sentimientos y emociones es abrumadora. Nunca habíamos sentido nada igual, la bioquímica hace su papel (nos inundamos de dopamina y oxitocina) y la fuerza con la que experimentamos todas estas novedades a nivel físico deja para el futuro una huella profunda.

Segundo, mucha fantasía y poca realidad. Cuando vivimos el sentirnos enamorados por primera vez estamos tan hiperactivados que idealizamos al otro de tal forma que incluso si no somos correspondidos seguimos enamorados intensamente. Vivimos una especie de “obsesión romántica” de tal forma que basta una mirada, o unos gestos cariñosos, para que nos ilusionemos intensamente. Es un amor nutrido de fantasía, de idealización del otro, de sueños imposibles y de emociones extremas.

Tercero, es limitado. La mayoría de estos amores se diluyen porque no son posibles, bien porque son platónicos (por ejemplo enamorarse de una profesora) o porque están físicamente lejos (amor del pueblo de verano) o porque si lo mantenemos el tiempo suficiente,  conocemos a la persona realmente (menos casos), choca con la imagen idealizada que tenemos de ella. Con lo cual en la mayoría de los casos lo dejamos ahí…idealizado ya que no lo hemos hecho realidad.

Cuarto, sexualidad y primera ruptura. Si este primer amor también conlleva nuestro primer encuentro sexual, refuerza su impronta en nuestro universo emocional. La primera vez…, con sus miedos, deseos y descubrimientos. Y también es nuestra primera ruptura, cuando descubrimos que nuestros deseos no se hacen realidad con su parte de dolor, desesperación y por supuesto superación. Un auténtico aprendizaje en el mundo de las relaciones de pareja.

Cuarto, el refuerzo cultural. Cantidad de canciones, películas, incluso hay un “síndrome de Romeo y Julieta”, enfatizan esa primera experiencia, esa revolución hormonal que hace que la idealización de ese primer amor sea reforzada y lo mitifiquemos.

Por todo lo expuesto el primer amor es el más difícil de olvidar pero por suerte si preguntamos a personas adultas la frecuencia en que recuerdan su primer amor, solamente un porcentaje muy pequeño de ellas dirá que lo hace habitualmente en su vida cotidiana. La huella que deja es a través del aprendizaje emocional inconsciente, es el recuerdo ideal del amor ideal, nuestra primera experiencia en algo que por suerte se podrá repetir a lo largo de nuestra vida, enamorarnos. Y eso está muy bien, porque un  recuerdo idealizado no nos puede servir de referente a la hora de encarar un amor realista, completo y si no lo dejamos escapar, viable.

Ahora bien, de lo que si nos acordamos habitualmente es de la fuerza del deseo que nos consumía, de que luchábamos por lo que nos gustaba, por lo que amábamos y ese ímpetu, esa fuerza parece que con el paso de los años la perdemos. Nos volvemos más cómodos, con menos iniciativa, al menor obstáculo cambiamos la mirada y eso queridos amigos…puede hacernos perder la mejor oportunidad de nuestra vida. Enamorarnos.

El amor adulto,

¿Se busca lo mismo en un primer gran amor que es un segundo?

Rotundamente no.

Primero porque las formamos en distinto momento de madurez como personas. Podemos tener experiencia del amor (hemos podido enamorarnos o tener varios parejas), pero no tenemos ni experiencia de vida ni la madurez emocional que da la convivencia con el otro.

Nuestra primera pareja normalmente se forma a edades tempranas, casi partimos de la misma línea de salida, es una elección entre iguales (de amigos, del trabajo, de los estudios), conocemos el entorno de la pareja, y tenemos las mismas metas y objetivos de vida pero priorizando el formar una familia. En esta primera pareja está todo por construir, el hogar y el futuro profesional. Y muchas parejas se casan porque toca, porque hace ilusión, porque es lo que socialmente esperan de uno. Podríamos decir que iniciamos una unión idealizada, con mucha ilusión, expectativa, entrega y confianza en el otro y  en  futuro feliz que esperamos juntos.

Sin embargo en las segundas uniones a una edad más madura, la mayor parte de las expectativas cambian. La mayoría de nosotros ya hemos pasado por una ruptura sentimental fuerte, dura y traumática siempre, aunque haya sido amistosa. Por ello encaramos la nueva relación con madurez, realismo y mucha selección. Sabemos lo que no queremos que entre de nuevo en nuestra vida, sabemos las líneas rojas que no vamos a cruzar ni dejar que el otro cruce. Sabemos hasta dónde vamos a ceder y cuáles son nuestras prioridades. Sabemos exactamente lo que queremos para nuestra vida y si no reconocemos en el otro estos puntos aunque sintamos algo no lo desarrollaremos, y si lo hacemos iremos de nuevo a otro fracaso sentimental.

También estamos en otro punto a nivel económico y social, sabemos hasta dónde podemos llegar sin banas ilusiones, y también tenemos experiencia íntima con el otro sexo, con lo cual en ese aspecto también vamos a disfrutar de otra manera, con conocimiento y placer.

En este punto nos hemos vueltos más realistas en la expectativa del amor, aunque lo sintamos de la misma manera.

Las parejas en una edad más adulta, por lo general nos hacen felices, nos complacen y nos completan como personas. Y si por lo que sea se termina el amor, las rupturas no suelen ser traumáticas sino dialogadas y empezar de nuevo no supone tanto impacto como la primera vez.

El amor maduro,

La sociedad tiene muchos estereotipos asociados a las relaciones que se puedan producir entre personas mayores, creencias erróneas que carecen de justificación. Algunos asocian edad cronológica y enfermedad, y eso no es así, ya que son personas sumamente controladas con revisiones periódicas de salud a las que al mínimo problema les ponen solución. Y por ello tienen una buena calidad de vida y son perfectamente funcionales.

Otros piensan que no se puede sentir o amar porque el plano sexual ya no funciona como en otras edades, y que además con deterioro de recursos psicológicos sensoriales, memorísticos, atencionales, etc. También es un error, ya que muchos de nuestros mayores siguen siendo creativos, siguen teniendo ilusión y están bien adaptados tanto personal como socialmente, aparte de que la sexualidad no es sólo el acto físico sino sensualidad y cariño, y las personas  mayores pueden seguir siendo activos sexualmente hablando y disfrutar plenamente con conocimiento y sin miedo de sus propios cuerpos.

Y otros…, ¡las familias! que piensan que el nuevo intruso o intrusa ¡les va a quitar lo que a ellos les corresponde!, pensemos en cosas materiales como dinero o bienes o inmateriales como el cariño o el respeto al progenitor fallecido. Este último aspecto es lo que hace que muchos mayores escondan sus relaciones, “por si los hijos se enfadan”. Y la realidad es que son ellos los que tienen que disfrutar de su vida como quieran. Ya sus hijos son adultos con sus propias historias y deben asumir que sus padres son personas completas e independientes y que tienen derecho a rehacer su vida. Si les queremos, respetemos.

Y lo cierto es que…

La etapa de la senectud hay que valorarla y disfrutarla como una etapa más de nuestra vida. Con sus peculiaridades pero de la que tenemos que disfrutar porque tiene muchas cosas buenas. Es una época liberada de preocupaciones tanto económicas como laborales, de tranquilidad por la sabiduría de los años vividos, de pleno disfrute por la falta de cargas familiares, entonces ¿por qué no se va a disfrutar del amor de una forma por fin plena y consciente?

Y concluimos que cada uno tenemos nuestras etapas, que unos necesitan sentir un flechazo, algo en su interior, una sensación totalmente física para reconocer a su pareja mientras que otros van “a fuego lento”, primero amistad, luego cariño y admiración y finalmente un amor completo e intenso. Que algunas personas se quedan en los flechazos absolutamente irracionales y van de flechazo en flechazo sin descanso…, que otros tienen el amor de siempre y su referente a pesar de tener otros amores…, que otros buscan en el otro una solución a una serie de carencias del tipo que sean… y finalmente tenemos a los que se enamoran del amor.

«Y entonces nos damos cuenta, que en este tema, el fin justifica los medios y dependiendo de nuestra necesidad emocional como personas, tendremos nuestras propias etapas en el proceso del amor y damos gracias de que sea así y que este tema de enamorarse sea tan mágico y por supuesto…inexplicable”

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